En una de las paredes del comedor comunitario San Francisco del barrio Girardot, al sur oriente de Bogotá, ubicaron una imagen de la Santísima Virgen María. Su rostro es tan real que parece que estuviera viva, con esa expresión amorosa y cálida de madre. Esa mirada, recibe todos los días a 220 niños que vienen a recibir el almuerzo de manera gratuita. Para muchos será, el único alimento del día.
MÁS QUE UNA EXPERIENCIA
Son las 11:30 de la mañana y los pequeños comensales empiezan a llegar.
Sin embargo, hoy es un día especial. Gracias a una alianza con la Escuela Nueva Lengua, la atención y el servicio, estará a cargo de varios extranjeros que llegan de todas partes del mundo para aprender español en Colombia.
Esta obra, de la que se benefician niños desde los 2 hasta los 16 años, son hijos de una comunidad muy grande de recicladores. La mayoría de ellos, viven en casas de madera, o hechas con tejas de zinc. Sus padres, reciclan basura para sobrevivir y muchos han llegado a esas laderas con la esperanza de empezar a construir una vida mejor.
SERVIR PARA APRENDER
Más allá de la experiencia de acompañar a los niños durante algunas horas, los extranjeros aseguran que valoran el hecho de ver otra realidad distinta a la que viven en sus países de origen, pues se reconocen como personas privilegiadas en la humanidad, no solo por su condición social, sino porque pueden ayudar al prójimo, conocen a Dios a través del amor que ellos llegan a entregar en un simple plato de comida.
SERVIDORES POR SIEMPRE
Angie Hernández es una de las habitantes del sector. Ella, además de ayudar a cocinar; sirve, lava, lleva y atiende a los comensales. Sabe que administrar pobreza es muy difícil, pero tiene esa certeza de que la comida preparada y servida con amor, sabe mejor. Todos los días ayuda a planear el menú, que, aunque no siempre tiene carne, es valorado y recibido porque saben que viene de Dios y de algunas buenas personas que donan mercado y dinero para la comunidad. La verdad, es tan apetecido, que en las ollas nunca queda nada. En los platos, menos.
Como muchos de los niños aún no saben comer por sí mismos, los ‘gringos’ se revisten con la mejor actitud y les dan la comida a los más bebés. Los acarician, los abrazan, los consienten como si fueran sus propios hijos.
Al finalizar la jornada, vemos como las miradas a veces tristes de los niños, se transforman en dulces sonrisas. Pero aún mejor, los extranjeros viven esa premisa que solo se puede corroborar con la experiencia que dice: siempre será mejor dar que recibir.
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Todos los artículos de este blog han sido escritos por los profesores de nuestra escuela y por estudiantes de diferentes países que viajaron a Colombia para aprender español.
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