Novena de Navidad
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Sigue la contemplación del día.
Oración a la Santísima Virgen
(Para todos los días)
Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya: os suplico que Vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
(Se reza nueve veces el Avemaría)
Oración a San José
(Para todos los días)
¡Oh Santísimo José esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina Esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
(Se reza el Padrenuestro, el Avemaría y Gloria
Oración al Niño Jesús
(Para todos los días)
Acordáos ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Vos, oh Jesús, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concedednos por los méritos de vuestra encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Vos, ¡oh Niño omnipotente! seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
Consideraciones para cada día
Día Primero
CONSIDERACIÓN
En el principio de los tiempos el Verbo reposaba en el seno de su Padre, en lo más alto de los cielos; allí era la causa, a la par que el modelo de toda la creación. En esas profundidades de una incalculable eternidad permanecía el Niño de Belén. Allí es donde debemos buscar sus principios que jamás han comenzado; de allí debemos datar la genealogía del Eterno, que no tiene antepasados, y contemplar la vida de complacencia infinita que allí llevaba. La vida del Verbo Eterno en el seno de su Padre era una vida maravillosa y sin embargo, misterio sublime, busca otra morada: una mansión creada. No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad, sino porque su misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin Él no podría verificarse. El pecado de Adán había ofendido a un Dios y esa ofensa infinita no podría ser condonada sino por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno; era, pues, necesario para salvarla ysatisfacer su culpa, que Dios, sin dejar el cielo, tomase la forma del hombre sobre la tierra y con la obediencia a los designios de su Padre, expiase aquella desobediencia, ingratitud y rebeldía. Era necesario en las miras de su amor, que tomase la forma, las debilidades e ignorancia inconscientes de la infancia, para expiar las debilidades e ignorancia sistemáticas del hombre; que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para enseñarle a morir a sus pasiones y a su orgullo y por eso el Verbo Eterno ardiendo en deseos de salvar al hombre resolvió hacerse hombre también y así redimir al culpable
Día Segundo
CONSIDERACIÓN
El Verbo eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de su morada creada. Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que fue el Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su consentimiento para la encarnación. El creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura. Aquel momento fue muy solemne: era potestativo en María rehusar… Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima
Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el “sí” que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina.
La Virgen Inmaculada ha dado su asentimiento. El arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida
y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla el júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado atención a él.
Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya solo el Verbo eterno, era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones en llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.
Día Tercero
CONSIDERACIÓN
Así había comenzado su vida encarnada el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado, adorándolos profundamente.
Admirado en el primer lugar en el alma de ese Divino Niño, considerarnos en ella la plenitud de su gracia santificadora; la de su ciencia beatífica, por lo cual
desde el primer momento de su vida vio la divina esencia más claramente que todo los ángeles y leyó lo pasado y lo por venir con todos sus arcanos conocimientos. No supo por adquisición nada que no supiese por infusión desde el primer momento de su ser; pero Él adoptó todas las enfermedades de nuestra
naturaleza a que dignamente podía someterse, aun cuando no fuese necesario para la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que sus divinas facultades
suplan la debilidad de las nuestras y les den nueva energía; que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en Él, su voluntad a no hacer sino lo que Él quiere y en servicio suyo.
Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo, que era un mundo de maravillas, una obra maestra de
la mano de Dios. No era, como el nuestro, una traba para el alma; era, por el contrario, un nuevo elemento de santidad. Quiso que fuese pequeño y débil como el
de los niños, y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecillo divino con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir el exceso para cumplir la grande obra de nuestra redención. La belleza de ese
cuerpo divino fue superior a cuanto se ha imaginado jamás; la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de la encarnación es la que
lava todas las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestras en el sacramento de la penitencia, para que el día de su Navidad nos encuentre
purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual.
Día Cuarto
CONSIDERACIÓN
Desde el seno de su madre comenzó el Niño Jesús a poner en práctica su entera sumisión a Dios, que continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, le amaba, se sometía a su voluntad, aceptaba con resignación el estado en que se hallaba conociendo toda su debilidad, toda su
humillación, todas sus incomodidades. ¿Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante con el pleno goce de la razón y de la reflexión?, ¿quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan prolongado, tan penoso de todas maneras?. Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humilde carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre, a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados, y hacemos sentir toda la criminalidad y desórdenes del orgullo.
Deseamos hacer una verdadera oración; empecemos por formarnos de ella una exacta idea contemplando al Niño en el seno de su madre. El Divino Niño ora y ora del modo más excelente. No habla, no medita ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece y de qué modo quiere ser adorado por nosotros.
Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el seno de María; unámonos al profundo abatimiento y sea este el primer afecto de nuestro sacrificio a Dios. Démonos a Dios, no para ser algo como lo pretende continuamente nuestra vanidad, sino para ser nada, para quedar eternamente consumidos y anonadados, para renunciar a la estimulación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza aunque sea espiritual, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que Dios sólo sea todo para nosotros.
Día Quinto
CONSIDERACIÓN
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy toda la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que no tengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatifica terrestre; la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana
que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en
millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura… Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla
contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su
gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese aprendido de memoria…¡cuán ardientemente deseaba ese día!.
Tal era la expectativa de María…era inaudita en sí misma, mas no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda la vida cristiana. No nos contentemos con
admirar a Jesús residiendo en María, sino por esencia, potencia y presencia.
Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir y por nuestra cooperación a la gracia; de manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya.
Día Sexto
CONSIDERACIÓN
Jesús había sido concebido en Nazaret, domicilio de José y María, y allí era de creerse que había de nacer, según todas las probabilidades. Mas Dios lo tenía dispuesto de otra manera y los profetas habían anunciado que el mesías nacería en Belén de Judá, ciudad de David. Para que se cumpliese esa predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este objeto, a saber la orden dada por el emperador Augusto, que todos los súbditos del imperio romano se empadronasen en el lugar de donde eran originarios. María y José, como descendientes que eran de David, no estaban dispensados de ir a Belén. Ni la situación de la Virgen Santísima ni la necesidad en que estaba José del trabajo diario que les aseguraba la subsistencia, pudo eximirles de este largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa e incómoda del año.
No ignora Jesús en qué lugar debe nacer e inspira a sus padres que se entreguen a la Providencia, y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de los designios. Almas interiores, observad este manejo del Divino Niño, porque es el más importante de la vida espiritual; aprended que quien se haya entregado a Dios ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer a cada instante sino lo que Dios quiera para él; siguiéndole ciegamente aun en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar donde quiera que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta dependencia y fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad.
Día Séptimo
CONSIDERACIÓN
Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo, aún no nacido, al Creador del universo hecho hombre. Contemplemos la humanidad y la obediencia de este Divino Niño que aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para El en esa circunstancia algo que le halagase, y quisiese apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en el que venía al mundo. ¿No es extraño que la humillación, que causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única cosa creada que tenga atractivos para el Creador? ¿No nos enseñará la humildad de Jesús a amar esa hermosa virtud?.
Ah…!Que llegue el momento en que aparezca el deseado de las naciones, porque todo clama por este feliz acontecimiento. El mundo, sumido en la oscuridad y el malestar buscando y no encontrando el alivio de sus males, suspira por su Libertador. El anhelo de José, la expectativa de María, son cosa que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si es lícito emplear esta expresión adorablemente impaciente por dar a su Hijo único al mundo, y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esta santa humanidad tan bella que El mismo ha formado con tan especial y divino esmero. En cuanto al Divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mimo que hacia Belén. Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su Manis terrenal; que nuestros actos de mortificación y desprendimiento “preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos”.
Día Octavo
CONSIDERACIÓN
Llegan a Belén José y María, buscando hospedaje en los mesones; pero no lo encuentran ya por hallarse todo ocupado, ya porque se les desechase a causa de su pobreza. Empero, puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios. Si José experimentaba sorpresa cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreíase también con tanta tranquilidad cuando fijaba sus miradas en su casta esposa. El niño aún no nacido regocijábase de aquellas negativas que eran el preludio de sus humillaciones venideras. Cada voz áspera, el nido de cada puerta que se cerraba ante ellos, era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana.
¡Oh divino niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, han sido para vuestros padres un día de fatiga y vejaciones de toda clase. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios,. ¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro! ¿No cerramos continuamente con ruda ignorancia la puerta a los llamamientos de Dios, que nos solicita convertirnos, o santificarnos o
conformarnos con su voluntad? ¿No hacemos mal uso de nuestras penas, desconociendo su carácter celestial con que cada uno a su modo lo lleva grabado en sí?
Dios viene a nosotros muchas veces en la vida, pero no conocemos su faz, o le reconocemos hasta que nos vuelve la espalda y se aleja después de nuestra negativa.
Se pone el sol de 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran las cimas de las rocas escarpadas que lo rodean. Hombres groseros codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental, y cierran sus puertas al ver a su madre. La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo una tras otra. Algunas horas más y aparecerá el Verbo eterno.
Día Noveno
CONSIDERACIÓN
La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres, y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de la colina. Seguía a la Reina de los ángeles el jumento que le había servido de humilde cabalgadura durante el viaje, y en aquélla cueva hallaron un manso buey, dejado allí probablemente por alguno de los caminantes que habían ido a buscar
hospedaje en la cuidad.
El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener que acudir a las irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto y con su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna que José tiene
en la mano ilumina tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja que es figura profética de las maravillas del altar, y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en oración en medio de la gruta, y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterio.
Pero ha llegado la medianoche, y de repente vemos dentro de ese pesebre, poco antes vacío, al divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con inefable anhelo. A sus pies se postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres. La multitud de ángeles que desciende de los cielos a contemplar esa maravilla sin par, dejan estallar su alegría y hacen vibrar en los aires las armonías de ese Gloria in Excelsis que es el
eco de la adoración que se produce en torno del Altísimo, hecha perceptible por un instante a los oídos de la pobre Tierra . Convocados por ellos, vienen en
tropel los pastores de la comarca a adorar al recién nacido y presentarle sus humildes ofrendas. Ya brilla en oriente la misteriosa estrella de Jacob, y ya se
pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el
incienso, y la mirra, que son símbolos de la caridad, la adoración y la mortificación.
¡Oh adorado Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración. ¡No la rechacéis! ¡Ven a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor! Encended en ellos la devoción a vuestra santa infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fielmente practicada y celosamente propagada,
nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando nosotros todas las virtudes cristianas.
Conociendo la Navidad
¿Qué es la Novena?
Hacer una novena es rezar durante nueve días por alguna intención y/o para prepararse para una fiesta grande. Pueden ser nueve días consecutivos, pero también nueve instancias un mismo día o nueve viernes, por ejemplo.
¿Qué origen tiene?
Tras el jueves de la Ascensión de Jesús comenzó la primera novena. Fue el tiempo de oración perseverante que vivieron María y los Apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén a la espera de la venida del Espíritu Santo, en la fiesta de Pentecostés. La Novena de Navidad, es la novena que realizamos para prepararnos para el nacimiento de Jesucristo. Nos preparamos porque deseamos que Jesús viva y reine en nuestros corazones. Intención para cada día: es muy recomendable que al iniciar la novena se acuerde o escoja una o varias intenciones por las cuales pedir en oración durante el rezo de la novena. Es importante recordar la promesa de Jesús: “También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.” (Mateo 18:19)
La Navidad
¿Cómo puedo vivir yo ahora este acontecimiento tan lejano en el tiempo? ¿Cómo puedo participar fructuosamente en el nacimiento del Hijo de Dios, que tuvo lugar hace más de dos mil años? En la santa misa de la Noche de Navidad, repetiremos como estribillo del Salmo responsorial estas palabras: «Hoy nos ha nacido el Salvador». Este adverbio de tiempo, «hoy», aparece con frecuencia en todas las celebraciones navideñas y se refiere al acontecimiento del nacimiento de Jesús y a la salvación que la Encarnación del Hijo de Dios viene a traer. En la liturgia ese acontecimiento supera los límites del espacio y del tiempo, y se vuelve actual, presente; su efecto perdura, a pesar del paso de los días, de los años y de los siglos. Al indicar que Jesús nace «hoy», la liturgia no usa una frase sin sentido, sino que subraya que este Nacimiento afecta e impregna toda la historia, sigue siendo también hoy una realidad, a la que podemos llegar precisamente en la liturgia. A nosotros, los creyentes, la celebración de la Navidad nos renueva la certeza de que Dios está realmente presente con nosotros, todavía «carne» y no sólo lejano: aun estando con el Padre, está cercano a nosotros. En ese Niño nacido en Belén, Dios se ha acercado al hombre: nosotros lo podemos encontrar ahora, en un «hoy» que no tiene ocaso.
El Pesebre
Armar el pesebre es una tradición muy especial y divertida. Se coloca en nuestras casas, en las escuelas, en el trabajo, y hasta en hospitales, centros comerciales y plazas de pueblos y ciudades. El pesebre nos recuerda que Dios está cerca de todos nosotros. Desde pequeños, cuando nuestros padres y abuelos nos enseñan a hacer el pesebre, aprendemos que esta tradición tiene un significado profundo y especial. ¡Ojalá esta costumbre nunca se pierda! Al contrario, que cada año crezca en más lugares y corazones. Así, si en algún lugar se ha olvidado, podremos redescubrirla y vivirla con más fuerza y alegría. En esta Navidad hagamos el pesebre más bello para Dios en nuestro corazón.
El Árbol de Navidad:
Un símbolo de Fé, de Luz y Esperanza
El árbol de Navidad es mucho más que un adorno; es un símbolo cargado de significados profundos que nos invita a reflexionar sobre la luz, la amistad y la reconciliación. Según el Papa emérito Benedicto XVI, este árbol nos recuerda que Dios es nuestro amigo y, por lo tanto, somos hermanos entre nosotros. En un mundo que a menudo enfrenta hostilidad y división, el árbol de Navidad nos anima a fortalecer nuestra amistad y a llevar luz a todos los rincones del mundo. El pino, que suele ser el árbol elegido, tiene un significado especial: su color verde se mantiene vivo incluso en invierno, cuando la nieve cubre todo a su alrededor. Esto simboliza la vida que no muere, una señal de esperanza que nos recuerda que la gracia de Dios permanece constante, incluso en los momentos más fríos y difíciles de la vida. Este mensaje nos inspira a hacer de nuestra vida un regalo, no solo a través de cosas materiales, sino también mediante la amistad sincera, el afecto, la ayuda fraterna y el perdón. Cada vez que encendemos las luces del árbol y del pesebre en nuestros hogares, abrimos nuestro corazón a la verdadera luz espiritual que trae el Salvador a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Este gesto sencillo nos recuerda que el nacimiento de Jesús transforma el mundo y nos llama a vivir en unidad, amor y paz.
En una época en que se olvida el verdadero significado cristiano de la Navidad, el pesebre y el árbol se convierten en un testimonio vivo de nuestra fe. Nos invitan a transmitir a las nuevas generaciones los valores de las tradiciones que forman parte de nuestra familia y nuestras creencias. Así, al preparar nuestros hogares y corazones, recordamos que el árbol de Navidad es un recordatorio constante de la luz y la bondad de Dios, que nos acompaña y nos invita a vivir amando y sirviendo a los demás. Que este árbol, símbolo de esperanza y amistad, nos inspire a vivir con alegría el espíritu de la Navidad, a compartir nuestra luz con quienes nos rodean y a celebrar con gratitud el nacimiento del Salvador.
¿Qué es el Adviento y la
Corona de Adviento?
El Adviento es un tiempo de preparación espiritual para la Navidad. Durante estas semanas, se nos invita a detenernos en medio de la rutina diaria y a prepararnos de corazón para la llegada de Jesús. Es un tiempo para fortalecer nuestra relación con Dios, practicar la bondad y llenar nuestras vidas de paz y alegría.
La Corona de Adviento y su significado
La Corona de Adviento no es solo una decoración, es una guía espiritual que nos ayuda a vivir este tiempo con propósito y reflexión. Está formada por un círculo de ramas verdes que simboliza el amor eterno de Dios y la esperanza en la vida eterna. En la corona se colocan cinco velas: cuatro al rededor, que se encienden cada domingo antes de Navidad, y una central, que se enciende el día de Navidad, representando la llegada de Jesús como la luz del mundo. Este encendido progresivo simboliza cómo la luz de Cristo crece en nuestras vidas y nos llena de esperanza. Un Tiempo para Reflexionar El Adviento nos in vita a reflexionar sobre cómo Jesús ilumina nuestras vidas con su amor, a vivir nuestra fe con alegría y a crecer en bondad y esperanza. Cada vela encendida es un recordatorio de que cada día nos acerca más al gran regalo de la Navidad: el nacimiento de Cristo. Encendamos las velas, reflexionemos y vivamos este tiempo con amor, esperanza y gratitud
La Santísima Virgen María
María es una mamá que mira con amor a su hijo y lo muestra a todos los que vienen a conocerlo. Su imagen nos hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado. Cuando el ángel le anunció que sería la madre de Dios, María respondió con total obediencia y confianza. Sus palabras: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), son un ejemplo para todos nosotros de cómo confiar y aceptar la voluntad de Dios. Con ese “sí”, María se convirtió en la madre del Hijo de Dios, conservando su pureza y consagrándola a Él. En ella vemos a la Madre de Dios, que no tiene a su Hijo solo para ella, sino que invita a todos a escuchar y cumplir sus enseñanzas (cf. Jn 2,5)
San José San José
Por lo general, se representa con el bastón en la mano y, a veces, también sosteniendo una lámpara. San José juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia. Cuando Dios le advirtió de la amenaza de Herodes, no dudó en ponerse en camino y emigrar a Egipto (cf. Mt 2,13 15). Y una vez pasado el peligro, trajo a la familia de vuelta a Nazaret, donde fue el primer educador de Jesús niño y adolescente. José llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica.
Los Reyes Magos
Los reyes Magos enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo. Son hombres ricos, sabios extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso viaje que los lleva hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Una gran alegría los invade ante el Niño Rey. No se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Ante Él comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes. Y ciertamente, llegados a su país, habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes. Los Reyes Magos, observando la estrella, aquellos sabios y ricos señores de Oriente se habían puesto en camino hacia Belén para conocer a Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra. También estos regalos tienen un significado alegórico: el oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura. Contemplando esta escena en el belén, estamos llamados a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador. Cada uno de nosotros se hace portador de la Buena Noticia con los que encuentra, testimoniando con acciones con cretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor.
Los pastores
“Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: ‘Vayamos, pues, a Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado’. Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2,15s). Los pastores fueron corriendo. De manera semejante había narrado el evangelista que María, después de que el ángel le hablara del embarazo de su pariente Isabel, se había encaminado “deprisa” a la ciudad de Judea donde vivían Zacarías e Isabel (cf. Lc 1,39). Los pastores corrieron, segura mente también por curiosidad humana, a fin de ver aquello tan grande que se les había anunciado, pero sin duda que a la vez les daba alas la alegría de que, ahora, había nacido realmente el Salvador, el Mesías, el Señor, al que todo el mundo esperaba y que a ellos se les concedía ver de primeros. ¿Qué cristianos se apresuran hoy cuando se trata de las cosas de Dios? Si hay algo que merece prisa —así parece decirnos tácitamente el evangelista—, son las cosas de Dios.
Los ángeles cantando
El ángel del Señor se presentó entre los pastores, y la claridad del Señor los envolvió. Ellos se llenaron de temor, pero el ángel los tranquiliza y les anuncia: “una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc. 2,10s). Se les indica que encontrarán como señal a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y, “de pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ‘gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz, a los hombres de su complacencia’” (Lc 2,12 14). El evangelista señala que los ángeles “dicen”, es claro para la cristiandad que el decir de los ángeles es un cantar, en el que se hace perceptible todo el fulgor de la gran alegría que anuncian. Y así, el cántico de alabanza de los ángeles no ha enmudecido desde aquella hora. Ese cántico continúa a través de los siglos en formas siempre nuevas y resuena siempre de nuevo en la celebración del nacimiento de Jesús. Se comprende bien que el sencillo pueblo fiel haya oído también cantar después a los pastores y que, hasta el día de hoy, entone en la Nochebuena sus melodías y exprese con su canto la gran alegría que se nos ha regalado desde entonces y hasta el fin de los tiempos.
Niño Dios
El Niño Jesús, verdadero Dios, se presenta así, en un niño, que puede ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos. El nacimiento de un niño suscita alegría y asombro, porque nos pone ante el gran misterio de la vida. Viendo brillar los ojos de los esposos ante sus hijos, entendemos los sentimientos de María y José que, mirando al niño Jesús, percibían la presencia de Dios en sus vidas
Villancicos
Mi burrito sabanero
Con mi burrito sabanero, voy camino de Belén
Con mi burrito sabanero, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
El lucerito mañanero ilumina mi sendero
El lucerito mañanero ilumina mi sendero
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Con mi cuatrico, voy cantando, mi burrito va trotando
Con mi cuatrico voy cantando, mi burrito va trotando
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Tuki tuki tuki tuki, tuki tuki tuki ta
Apúrate, mi burrito, que ya vamos a llegar
Tuki tuki tuki tuki, tuki tuki tuki tu
Apúrate, mi burrito, vamos a ver a Jesús
Con mi burrito sabanero, voy camino de Belén
Con mi burrito sabanero, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
El lucerito mañanero ilumina mi sendero
El lucerito mañanero ilumina mi sendero
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Con mi cuatrico, voy cantando, mi burrito va trotando
Con mi cuatrico voy cantando, mi burrito va trotando
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Tuki tuki tuki tuki, tuki tuki tuki ta
Apúrate, mi burrito, que ya vamos a llegar
Tuki tuki tuki tuki, tuki tuki tuki tu
Apúrate, mi burrito, vamos a ver a Jesús
Con mi burrito sabanero, voy camino de Belén
Con mi burrito sabanero, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Si me ven, si me ven, voy camino de Belén
Campana sobre campana
Campana sobre campana
Y sobre campana una
Asómate a la ventana
Verás el niño en la cuna
Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas nos traéis?
Recogido tu rebaño
¿A dónde vas, pastorcito?
Voy a llevar al portal
Requesón, manteca y vino
Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas nos traéis?
Campana sobre campana
Y sobre campana dos
Asómate a la ventana
Porque está naciendo Dios
Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas nos traéis?
Caminando a medianoche
¿Dónde caminas, pastor?
Le llevo al niño que nace
Como Dios mi corazón
Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas nos traéis?
Campana sobre campana
Y sobre campana una
Asómate a la ventana
Verás al niño en la cuna
Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas nos traéis?
Recogido tu rebaño
¿A dónde vas, pastorcito?
Voy a llevar al portal
Requesón, manteca y vino
Belén, campanas de Belén
Que los ángeles tocan
¿Qué nuevas nos traéis?
El Tamborilero
(El Niño del Tambor)
El camino que lleva a Belén
Baja hasta el valle que la nieve cubrió
Los pastorcillos quieren ver a su rey
Le traen regalos en su humilde zurrón
Ropoponpon, ropoponpon
Ha nacido en un portal de Belén
El niño Dios
Yo quisiera poner a tus pies
Algún presente que te agrade, Señor
Mas tú ya sabes que soy pobre también
Y no poseo más que un viejo tambor
Ropoponpon, ropoponponpon
En tu honor frente al portal tocaré
Con mi tambor
El camino que lleva a Belén
Yo voy marcando con mi viejo tambor
Nada mejor hay que te pueda ofrecer
Su ronco acento es canto de amor
Ropoponpon, ropoponpon
Cuando Dios me vio tocando ante él
Me sonrió
Hacia Belén va una burra, rin, rin
Hacia Belén va una burra, rin, rin
Yo me remendaba, yo me remendé
Yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Cargada de chocolate
Lleva en su chocolatera, rin, rin
Yo me remendaba, yo me remendé
Yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Su molinillo y su anafre
Maria, Maria, ven a acá corriendo
Que el chocolatillo se lo están comiendo
María, María, ven acá corriendo
Que el chocolatillo se lo están comiendo
En el portal de Belén, rin, rin
Yo me remendaba, yo me remendé
Yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Los gitanillos han entrado
Y al niño que está en la cuna, rin, rin
Yo me remendaba, yo me remendé
Yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Los pañales le han robado
María, María, ven acá volando
Que los pañalitos los están robando
María, María, ven acá volando
Que los pañalitos los están robando
Hacia Belén va una burra, rin, ri
Yo me remendaba, yo me remendé
Yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Cargada de chocolate
Lleva en su chocolatera, rin, rin
Yo me remendaba, yo me remendé
Yo me eché un remiendo, yo me lo quité
Su molinillo y su anafre
María, María, ven a acá corriendo
Que el chocolatillo se lo están comiendo
María, Maria, ven acá corriendo
Que el chocolatillo se lo están comiendo
Textos tomados de la tradicional Novena de Navidad o novena
de Aguinaldos que se reza en Colombia y por Colombianos en
todo el mundo los 9 días previos a navidad.
Libro Jesús de Nazareth, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)
Carta apostólica ADMIRABILE SIGNUM del Santo Padre
Francisco, sobre el significado y el valor del pesebre
La Santa Navidad, Audiencia General, Papa Benedicto XVI,
Miércoles 21 de diciembre de 2011
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