El trabajo social y el aprendizaje de un nuevo idioma son dos actividades que pueden ser muy enriquecedoras y gratificantes para cualquiera. Aprender una lengua hace posible la comunicación con nuevas personas, abriendo así las puertas a nuevas perspectivas y formas de entender el mundo. Por su parte, llevar a cabo un voluntariado revela realidades distintas a las propias a través de la integración y el trabajo.
Por eso, cuando ambas actividades se combinan, la experiencia que se obtiene es aún más valiosa y enriquecedora: hacer trabajo social en un país de habla hispana permite practicar el idioma y sumergirse en la cultura local al mismo tiempo que se ayuda a la comunidad; y así mismo, trabajar con personas que hablan español puede mejorar las habilidades lingüísticas de una manera más natural y efectiva que sólo estudiando en un salón de clases.
Nuestra estudiante
Así ha sido la experiencia de Michele Chung, una estudiante de Hong Kong que vino a la escuela Nueva Lengua en Cartagena durante varias semanas hasta alcanzar un avanzado nivel de español, y para quien ha sido posible compartir un proceso de mutuo aprendizaje con una comunidad muy importante y vulnerable de la ciudad de Cartagena: el barrio Olaya Herrera.
¿Dónde?
Olaya es uno de los barrios más grandes y antiguos de la ciudad; sus habitantes viven en condiciones difíciles, pero se caracterizan por ser alegres y serviciales a pesar de los problemas que enfrentan. Esta forma de enfrentar la vida fue sorprendente para Michele, así que decidió ayudar de alguna manera. Ella se ha vinculado con la fundación Ruleli, que trabaja especialmente con niños y niñas, y con personas con discapacidades. Michele ama el arte, sobre todo el teatro, y pensó que así podía conectarse con los miembros de Ruleli.
Su trabajo en la ciudad
Después de conversar con ella sobre su maravillosa experiencia, se decidió que era un buen ejercicio de aprendizaje y práctica del idioma que fuera ella misma quien contara su propia historia de inmersión. Aquí la primera parte de su testimonio:
“Se oyen las risas y se siente la afectuosidad de la gente. La vía estaba llena de coches, y yo no podía cruzar la calle. Mientras pensaba cómo ir al lado opuesto, un chico que no conocía me ayudó a detener los coches para que pudiera cruzar. Él me acompañó y se aseguró de que estuviera segura. Esa es una de las razones por las que me gustan Colombia y su gente.
A unos pasos de esa calle se encuentra Ruleli Teatro. Era un sábado de febrero y los niños y jóvenes ya habían llegado y estaban haciendo algunas macetas con botellas plásticas. Tras hablar con Rubí, la que formó y dirige el teatro, me los presentó. Ellos me preguntaron con entusiasmo:
-¿Habla japonés?
-No, cantonés.
-¿Cómo se dice tu nombre en cantonés?
-Chung Lai-Kwan.
-¡Habla algo en cantonés!
Hubo preguntas sobre la comida, el idioma, los mangas y animes… todas las cosas de Asia y mezclaron todos los países. Sin embargo, en sus ojos se podía ver la belleza, y la curiosidad y pasión por conocer más. Era como si esta mujer de Hong Kong hubiese abierto una ventana a un paisaje nuevo y exótico para ellos. Mi presencia probaba la existencia de una cultura que sólo conocían a través del internet, y era como la protagonista de una serie que aparecía desde un mundo imaginario.
Para mí fue una experiencia interesante, aunque un poco extraña. Alrededor de esos jóvenes hispanohablantes hablé cantonés cuando nadie me entendió, y aun así podía sentir una conexión profunda. Había ido dos veces a observar y participar en sus actividades antes del taller que organicé. Durante las dos semanas, recorrimos su barrio y contemplamos los problemas y soluciones para cambiarlos. Conocí mucho más sobre la zona de Olaya Herrera y me alegró que ellos puedan ofrecer propuestas para mejorar el ambiente en el que crecen. Así que quiero agregar este conocimiento en mi taller de teatro espontáneo con ellos.
Creo que mi taller no fue tan bueno como yo esperaba, pero aprendí mucho en el proceso. Lo más importante es que pudimos construir una relación. Es un camino largo y quiero compartir mucho más con ellos.
El voluntariado permite expandir el conocimiento de la realidad. Las barreras lingüísticas o idiomáticas se superan, de tal manera que, sin dominar la lengua, pueden comunicarse y conectarse, tal como esos niños con ella, a pesar de no conocer nada sobre el cantonés. El intercambio despertó la curiosidad de los niños y le mostró a Michele otro rostro de esta ciudad. Así nos siguió contando:
Talleres conducidos por Michele
En nuestro primer taller jugamos algunos juegos teatrales en los que utilizábamos el cuerpo para expresarnos. Me di cuenta de que ellos no se acostumbraban a estas actividades. Además, descubrí que los adolescentes son iguales en todo el mundo cuando se les pide que utilicen sus cuerpos —risas—: tenían miedo y se sentían extraños cuando se movían. Eso me dio un poco más de confianza porque me resulta familiar. Al mismo tiempo, me entristece que haya muchas presiones sobre la autoestima y las apariencias, las cuales les impiden hacer las cosas.
Hay también otro grupo, que es el de las personas con discapacidades. Ellos eran muy amables e inmediatamente se acercaron como viejos amigos. Por lo tanto, me gusta mucho trabajar con personas con discapacidades. No hay límites con ellos. Todos son amigos y se tratan muy bien. Cuando estoy con ellos, no tengo que pensar en cómo complacerlos. Todas las conexiones son espontáneas, sinceras y directas. Aprendí cómo vivir momento a momento sin preocuparme por nada, una sabiduría que mucha gente no logra. Al contrario de los adolescentes, ellos no se avergüenzan fácilmente y expresan muy bien con su cuerpo, precisamente la razón de los estereotipos en su contra, y me molesta que el mundo funcione así, pues casi siempre deben callar y conformarse.
Me vuelve loca que me reciban con brazos y corazón abiertos. Me preocupa que no me entiendan, pero ellos me ayudaron mucho y estaban dispuestos a enseñarme. Me gustaría seguir trabajando con ellos, pero tendría que practicar mucho más escuchar y hablar.
Un mensaje clave
Pienso que mi español está mejorando más rápido porque puedo utilizarlo en situaciones reales y captar las palabras más comunes en la comunicación diaria. Creo que las clases en la escuela me dieron una buena fundación y confianza para hacerlo. ¡Muchas gracias a todos los profes!
En su testimonio, Michele reconoce que sus talleres con los niños han ayudado en su proceso porque le han dado la confianza para continuar mejorando, y han despertado en ella el deseo de aprender más. Aprender español puede ser un reto emocionante, pero también es gratificante cuando se empieza a notar el progreso y quien lo estudia puede comunicarse mejor con los demás.
Una escuela que te apoya
En definitiva, estudiar español y hacer voluntariado son dos actividades valiosas por sí mismas, pero juntas pueden proporcionar una experiencia aún más significativa y enriquecedora porque ayuda a aprender nuevas habilidades, conocer gente nueva y ampliar las perspectivas sobre el mundo a través de una misma actividad.
Si se cuenta con la oportunidad de hacer ambas cosas, ¡no hay que dudar en aprovecharla! Y Nueva Lengua es, sin lugar a dudas, el lugar indicado para cumplir con este propósito.
Si buscas aprender o perfeccionar tu español articulándolo con el trabajo social en Colombia, escríbenos a info@nuevalengua.com y estaremos encantados de contarte cómo iniciar tu proceso. Recuerda que también apoyamos comunidades vulnerables en nuestra sede de Bogotá, mediante el voluntariado en un comedor de abuelos, un comedor de niños, y apoyo a la comunidad del popular barrio Santafé.
Escrito por la profesora Carolina Cabarcas – Nueva Lengua Cartagena
Con el apoyo de Michele Chung, estudiante en Nueva Lengua-Cartagena.
Todos los artículos de este blog han sido escritos por los profesores de nuestra escuela y por estudiantes de diferentes países que viajaron a Colombia para aprender español.
“ Viaja tu también y estudia español en NUEVA LENGUA“
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